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2022-09-24 10:17:42 By : Ms. Vivian Jin

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Dentro de los elementos mecánicos de un automóvil, muchos son desconocidos para la gran mayoría de usuarios. Sin embargo, otros, ya sea por su importancia o porque pueden dar problemas, si son de conocimiento generalizado. Prácticamente todo el mundo ha oído hablar de la correa de distribución (por averías), pero, ¿y la cadena de distribución?

Son elementos que cumplen una función idéntica y que guardan ciertas similitudes entre sí, pero que también tienen muchas diferencias, lo que hace que cada una presente ventajas e inconvenientes bastante específicos.

De manera muy sencilla, sirven para coordinar y hacer que trabajen de manera conjunta las piezas más importantes del motor.

Su función principal consiste en sincronizar los movimientos del cigüeñal del motor con el del árbol o árboles de levas, que manera que las válvulas se abren y se cierren sin que sean golpeadas por los pistones. Si lo hicieran (el impactar entre sí) el motor acabaría completamente destrozado.

Gracias al funcionamiento de la cadena/correa se consigue regular la entrada y salida de todos los fluidos (gasolina y aire) que actúan en los cilindros de un motor térmico.

Ahora bien, aunque su objetivo es el mismo y su desempeño similar, la cadena de distribución y la correa de distribución son diferentes entre sí.

El sistema utilizado originalmente por los coches era el de la cadena, que básicamente es una cadena de transmisión convencional, con eslabones que, eso sí, son bastante gruesos y robustos para poder llevar a cabo su cometido sin romperse. 

Sin embargo, con el paso de los años cada vez es menos habitual encontrarla en los automóviles nuevos, quedando relegada por norma general a motores grandes y de alta potencia.

En su lugar se ha popularizado la cadena, que está hecha de materiales sintéticos como caucho y presenta un diseño liso en su cara exterior, mientras que la interior tiene un formato con “dientes” que son los que le permiten acoplarse a las poleas y accionar y mover todo el sistema.

Si cumplen la misma función, ¿qué hace que un fabricante opte por uno u otro método? El factor clave aquí radica en el coste y en la periodicidad de reemplazo.

La principal venta de la cadena de distribución es que está hecha de un material más duro y que es un elemento concebido para que no haya que cambiarlo nunca: su vida útil proyectada es la misma que la del coche. Hay que revisar que todo esté como debe de manera periódica, pero a priori no es necesario cambiarla nunca.

Como principal inconveniente habría que situar el hecho de que no se puede encargar de todo el sistema y que necesita de una correa para que funcionen los sistemas auxiliares.

En cuanto a la correa, es un elemento mucho más barato, tiene una gran elasticidad y, gracias a ello, puede crean un circuito de mayor complejidad que permite integrar incluso los sistemas auxiliares.

El inconveniente en este caso es que, por los materiales de los que está hecha, sufre un desgaste continuado y por ello es necesario reemplazarla en intervalos regulares. ¿Cada cuánto? Cada fabricante lo indica, pero la horquilla en la que suelen moverse es entre 60.000 y 120.000 kilómetros.

Al contrario de lo que suele pensarse, la correa de distribución en sí no es un elemento especialmente caro, pero su reemplazo si supone un desembolso importante porque, para poder cambiarla prácticamente hay que desmontar todo el frontal del coche, lo que implica una gran cantidad de horas de mano de obra.

Su precio suele oscilar entre los 350 y los 450 euros, una cuantía que no es muy alta, sobre todo si se tiene en cuenta que las averías que pueden derivar de no cambiarla a tiempo pueden llegar a superar hasta los 5.000 euros.

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