De la Electromecánicas a Cenemesa

2022-09-17 08:08:16 By : Mr. Tony Lu

Eran profesionales anónimos de su oficio: torneros, chapistas, bobinadores, fresadores, montadores, delineantes...

Las personas que citaremos aquí no pertenecieron al mundo de la «farándula» ni vivieron del espectáculo en estos tiempos de hoy día donde parece más importante el que come el pan que el que siembra y recolecta el trigo. Eran simplemente profesionales anónimos de su oficio: torneros, chapistas, bobinadores, fresadores, montadores, delineantes…  

Eran trabajadores como la bobinadora de la foto, obtenida en la Electro Mecánicas (Secem) en 1925. La imagen muestra a la joven con un motor de los que por aquellos tiempos se fabricaban (y reparaban) en Córdoba, de muy alta calidad, y que eran demandados incesantemente por otras industrias para sus procesos productivos. Con toda probabilidad, mi padre, que entró a trabajar en la Electro en 1924, así como los bobinadores Antonio Muñoz Pérez «El Minero» (1906-1977) y Ángel Morales García (1907-1973), debieron conocer a esta mujer, pero desgraciadamente los tres hace muchos años que se fueron y no puedo ponerle nombre.   

Tal fue el éxito de esta rama de la Electro Mecánicas que el Consejo de Administración, constituido fundamentalmente por capital vasco, pensó segregar la nave de bobinaje y convertirla a partir de 1930 en lo que sería la Constructora Nacional de Maquinaría Eléctrica, que luego se convertiría en Cenemesa, Westinghouse, de nuevo Cenemesa y actualmente ABB. Al principio la nueva fábrica sería segregada con una simple tapia, se entraba a la misma por el mismo acceso de la Electro Mecánicas e incluso ambas empresas, la madre y la hija, compartían el agua de un gran pozo que tenía un caudal de siete litros por segundo,  

(Lamentablemente esta actividad de fabricación de motores en Córdoba, aun estando en plena ola de pedidos por la industria y en especial por la línea «blanca» de electrodomésticos, fue trasladada a Bilbao, fábrica de Erandio, argumentándose por sus dueños vascos que aquí se había instalado una fábrica de aparellaje, y potenciando la fabricación de transformadores en unas nuevas plantas que se levantaron al otro lado de la llamada vía de Málaga)  

Hablar del director de la Fábrica de aquella época es hablar de la persona que se hizo con la nueva dirección al segregarse como empresa independiente en 1930. El cargo recayó en Juan Seguela Nougué (1900-1988), joven ingeniero que pertenecía al grupo de titulados que comandaba la Electro Mecánicas formando parte de los técnicos del entorno vasco de don Benito Arana. 

Había nacido en 1900 y acababa de casarse con la cordobesa Benilde Oliver Camacho en la iglesia de los Dolores el día 13 de abril de 1929. Se instalaron en lo que luego se llamó, por el último Director que allí vivió, el «Chalet de Miranda», una vivienda ubicada en el interior de la fábrica.  

Desde un primer momento Juan Seguela impulsó decididamente a la nueva empresa, y dicho impulso quedaría reflejado en varios comunicados publicados en el Diario de Córdoba. Así el 25 de noviembre de 1930 se nos dice que encargó a don Antonio Latorre. ingeniero, que realizase gestiones con la empresa de autobuses de Bilbao, la Naval-Samua, para obtener tres autobuses de 40 plazas, 25 sentados y 19 de pie, con los que atender de forma regular el traslado del personal (hay que tener en cuenta lo lejos que estaba entonces la fábrica del casco urbano). Por aquel entonces casi el 70% de los trabajadores se desplazaba en bicicleta.  

El mismo periódico, el 8 de marzo de 1931, recoge el intercambio de correspondencia con el Ayuntamiento de Córdoba solicitando autorización para construir un edificio de Oficinas Centrales, donde se alojarían los principales departamentos de Dirección, Contabilidad, Estudios Delineación, Compras, Presupuestos y Personal. 

También con este Director se firmó lo que se llamó el «Pacto de los Trabajadores Metalúrgicos»,  que se podría considerar como el primer «Convenio Colectivo» firmado en la empresa, y que la prensa recogía con titulares el día 27 de abril de 1931, apenas proclamada la II República:

«El PACTO DE LOS TRABAJADORES METALÚRGICOS

Reunidos el señor director de la Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica S.A. y los delegados obreros de dicha empresa, afiliados a la Unión de Metalúrgicos y similares de Córdoba para firmar el pacto de trabajo concertado entre ambas partes, el director hace constar la satisfacción que le ha producido la norma seguida por los obreros al rebajar sus pretensiones para llegar a este acuerdo y los delegados le expresan su más vivo agradecimiento por las facilidades que les ha dado para el desempeño de su misión en este asunto, poniendo al mismo tiempo de manifiesto el interés con que ha presentado las justas demandas de los obreros ante El Consejo de Administración de la Compañía como también la buena disposición de ánimo de éste, que desde el primer momento se inclinaba a favorecer a su personal. Córdoba a 26 de abril de 1931. El Director J. Seguela. Los delegados: Alfonso Ruiz, Rafael Navajas, Rafael de los Ríos, José Diéguez«.

Tuve la suerte de conocer a dos de los compañeros que firmaron ese acuerdo aquel lejano mes de abril de 1931, José Diéguez y Rafael Navajas. De ellos serán las dos primeras semblanzas.

JOSÉ DIÉGUEZ.  A José Diéguez siempre que surgía una conversación sobre tornos se le iluminaba la cara y hablaba largo y tendido. Todo el mundo lo reconocía como uno de los mejores torneros que había pasado nunca por la fábrica, especialmente por parte de otros colegas del torno como Mariano García Ruz o Antonio Entrenas Izquierdo, por alumnos aventajados suyos como Francisco Torralba, «El Fini», o incluso por el maestro de los tornos paralelos, Mauricio Basurte, siempre con su sombrero «medio caído» con el que disimulaba una cicatriz que tenía a un lado de la frente y cerca de la oreja. Todos sin excepción reconocían que Diéguez era un gran profesional, muy prudente y discreto, y cuando la gente casi de manera unánime reconoce un mérito es que lo vale. José Diéguez fue el que empezó a echar a andar el torno-copiador toda una novedad en aquella fábrica. Continuó trabajando en su taller de la calle Moriscos, casi enfrente de la fuente de la Piedra Escrita. Le ayudaban sus hijos que luego siguieron con el taller tras su fallecimiento. 

RAFAEL NAVAJAS. Perito Industrial de la primera hornada en la fábrica, con la llegada de don Manuel Sánchez Cañas se le adjudicaron labores de Plataforma, y luego fue trasladado a la sección de los motores WY, donde se trabajaban los motores «Carsa» y «Edesa» que se fabricaban por camiones  para la industria de los electrodomésticos. Por aquella sección estaban Miguel Ruz, Evaristo Monserrat, el citado Francisco Torralba y el simpático Luis Fernández «El Tarta», que junto a Agustín Sánchez Cerezo estaban a cargo de las prensas. Después, Rafael Navajas terminó refugiándose en el llamado «Cementerio de los Elefantes» que se había instalado en el edificio de las Oficinas Centrales, entonces semivacío, después de que el señor Ordiales, al hacerse cargo de la Administración  (1956), se llevase a todos sus trabajadores provisionalmente a las Oficinas de la División de Transformadores. 

En aquel «Cementerio de los Elefantes» no había quedado nada más que un economista, muy elegante en el vestir, y que daba la sensación de que todo su cuerpo estaba pendiente de la caída de la chaqueta, por lo que se ganó el apodo de «El Perchas», y que junto a Fernando Martín Rueda y José Cobos controlaba los costes de la compleja División de Aparellaje. 

Aparte de José Diéguez y Rafael Navajas, firmantes de aquel primer acuerdo, quiero citar aquí brevemente a otros ocho personajes que llegué a conocer bastante bien y que ya estaban trabajando en 1931 formando parte de aquella plantilla de poco más de 50 trabajadores con la que arrancó la Constructora.  

El 26 de febrero de 1971 el periódico Córdoba publicaba en una de sus páginas el reconocimiento a los 40 años de servicios prestados en la fábrica (entonces Westinghouse) por estos ocho trabajadores:

WESTINGHOUSE, S. A. premia a ocho de sus productores que entraron a trabajar en el año 1931, cumpliendo ahora los cuarenta años en su Empresa.

FRANCISCO CAÑIZARES RODRÍGUEZ (1913-1995). Entró a trabajar con 18 años y llegó a ser un alto empleado que estuvo en la inauguración de la Escuela de Aprendices en 1943. Era el más joven de todos aquellos primeros trabajadores, por lo que fue el que se marchó más tarde de la fábrica. Había nacido en 1913 en la calle San Zoilo cerca de San Miguel. Cuando entré le conocí como Jefe de Compras de Aparellaje, y luego más tarde ocuparía puestos de relieve en Montaje Exteriores y asistencia al cliente, donde fue siempre auxiliado por un eficaz Pedro Lavela. Como primera secretaria tuvo a Esperanza Ponte León, «La canaria» como se le llamaba familiarmente, y posteriormente a Isabelita Rodríguez Blanco, hermana de otro célebre trabajador de la fábrica, Luis «Cartones», que estuvo a cargo de la importante nave de aislantes, de ahí el apodo de «Cartones» . 

Cañizares tuvo su despacho en las elegantes Oficinas de Aparellaje. Siempre iba impecablemente vestido y era muy respetado. Contrastaba esta imagen cuando algunos fines de semana se le podía ver vendiendo prensa en el kiosko de la antigua Estación de Ferrocarriles. Vivía en unos de los primeros chalets que hubo en la llamada «Huerta del Machaco», casi enfrente de «La Primera del Brillante», a la altura del paso a nivel Me llegó a decir Antonio Entrenas que en su juventud incluso llegó a jugar muy bien al fútbol. 

JOSÉ RUBIO JARABA (1912-1989). Veterano en Estudios de Transformadores como Delineante Proyectista de lo que se llamaba «la parte exterior» del transformador, «la cuba», que con todo el trabajo de calderería que suponía a principios de los noventa se llevaron a Bilbao. El insigne arabista don Manuel Ocaña Jiménez fue su jefe. José Rubio no era muy corpulento pero sí de maneras elegantes al andar, sumamente educado y buen conversador. Todavía recuerdo el lugar que ocupaba en aquel Estudio de Delineación al fondo junto a las ventanas que daban al Parque Siderúrgico, un poco a la derecha de Benito Castilla que ocupaba el rincón de la izquierda. Fue el que nos relataría, porque lo había presenciado desde esas ventanas, el terrible accidente que sufrió Paco el del Parque Siderúrgico, que al intentar descargar un paño de chapa de 4.00 x 1.20 metros y 20 mm. de espesor, la carga se bamboleó y prácticamente le cortó la cintura. Un terrible accidente. Aquello fue en 1965 y lo contaba hasta con cierta emoción y desazón, porque decía que él empezó a decir «….verás, verás…» al notar que la vertical de la grúa no coincidía con el centro de gravedad de la chapa y la carga se movía.

JOSÉ MURILLO RUBIO (1910-1987). También Delineante Proyectista de «la cuba», estaba al fondo a continuación de Rubio Jaraba y entremedias de Martínez. Muy correcto, muchas veces no hablaba por no ofender. Pero quiero recordar aquí que con motivo de las últimas elecciones sindicales de los sindicatos verticales que hubo en la fábrica, en junio de 1975, José Murillo Rubio, por razones de edad, formó parte de la mesa, de la que también formó parte Manuel Montoro Bello, un hombre afable y jovial que solía recitar poesías. En el receso con motivo de la comida a Manolo Montoro le dio por animar al siempre serio José Murillo y le dedicó varios poemas rápidos, con agrado y salero, hasta el punto que el tal Murillo empezó a reírse, según dijo él, como no lo había hecho en su vida. Al marcharnos y después de proclamar oficiosamente los resultados, los de Comisiones Obreras (clandestinos todavía) estaban exultantes y como Murillo era uno de lo que tenía que firmar el acta, al hacerlo, se le escapó la expresión: «Hoy ha sido para mí el día más feliz de mi vida». A lo que el bueno de Antonio Núñez Magaña, que encabezaba la lista por Comisiones le dijo: «¿Por el triunfo nuestro?», y Murillo le contestó, «No, qué va, por el rato que me ha hecho pasar tan agradable Manolo Montoro del que yo ni siquiera sabía que trabajaba aquí».

ANTONIO VÉLEZ VARGAS (1905-1990). Un profesional como la copa de un vino. Lo recuerdo al frente de esa sección de Mecanizado de Herramental donde estaban, entre otros, Marivela, Afán, Romero, Guisado, León… Daba infinidad de «viajes» desde las oficinas de Rafael Montesinos y Florencio Lorente, de producción, a las máquinas en las que estaban sus trabajadores. De esta forma se explica que al tener una complexión algo gruesa tuviese las piernas llenas de varices. Muchas veces Montilla, que estaba sentado en el pasillo con su pequeño archivo de planos le decía: «Antonio, hombre, descanse usted un poco». Los Vélez era una familia muy relacionada con la Electro Mecánicas y con la Constructora Nacional desde su inicios. Allí, en el pequeño taller de Mecanizado de Transformadores estaba su hermano Luis, que era también un «fuera de serie» y varias hermanas trabajaron en la Electro Mecánicas. 

FERNANDO MORA LEÓN (1911-1980). Un extraordinario maestro de bobinaje, trabajador, agradable y ocurrente, que sería de los últimos que quedaría en aquella fábrica primera de motores. Además de su ocupación laboral recordaba con frecuencia que fue a pitar un partido de fútbol en el que hizo de juez de línea y Eutiquiano Torrico de árbitro. El partido fue en Puertollano, y por un penalti que se pitó a última hora contra el equipo local tuvieron que salir vestidos de frailes. Esto lo contaba como «batallita» cuando todo el mundo ya pasaba un poco de él, y cuando le decía al maestro Blanco, otro histórico de aquellos tiempos, «Ya no servimos ni para jabón». Disfrutaba con bañarse en el canal de agua que enfrente del Restaurante Las Delicias iba para el Parque Figueroa. 

ALFONSO RODRÍGUEZ DÍAZ (1910-1989). «Alfonsito» como le llamaban en toda la Administración, quizás porque era más bien bajito. Cuando Juan Bautista Ordiales Baragaño entró como Jefe de Administración en sustitución de don Luis Sánchez quiso llevar de forma más centralizada las cuentas de fábrica, evitando trabajos duplicados y paralelos. Ello supuso retirar de la «circulación» a trabajadores como Manolo Amo de Castro, Alfonsito Rodríguez y el mismo Luis Sánchez, al que lo encargaron de los Jardines y el Parque de Chatarra. Alfonsito Rodríguez, más joven que sus compañeros de servicio, continuó en la fábrica realizando las labores que le encomendaban, como decía él, «para tenerlo distraído». Incluso llegó a realizar labores de pagador de los anticipos del personal empleado. Era hombre de pocas palabras.

JOSÉ MAROTO DE MOLINA (1907-1978). Bohemio y gran conversador, parece que lo estoy viendo con su pelo muy largo que le colgaba como en forma de melena por detrás y que de vez en cuando se atusaba. Solía usar cachimba para fumar y casi siempre estaba leyendo novelas en francés. Su despacho estaba en uno de los «palomares» que era como le llamaban a aquellas oficinas de dos plantas que había en todo el medio de la gran nave de Aparellaje. Gabriel Álamo, que hizo la guerra en el mismo batallón que él en el lado republicano, nos diría que Maroto, cuando se enteró que Franco les pisaba los talones, soltó su mosquetón y se fue a trabajar a Casa Central de Madrid, donde estaban los hermanos Crespo y Juan de Ávalos. En una ocasión me prestó la novela la «Buena tierra» porque me dijo que esa paciencia china que se describe en la novela le había hecho muy paciente y ya no se enfadaba por nada. Entonces yo, que estaba recién incorporado a la fábrica le pregunté: «¿Pero usted de qué se desespera?» y entonces rápidamente me contestó: ¿»Le parece a usted poco que me ficharon para los motores de corriente continua y durante toda mi vida aquí no han hecho nada más que darme la corriente?». Un hijo suyo llegó a trabajar de perito en Estudios de Aparellaje, pero enseguida se marcharía de la fábrica. 

MARTÍN GARCÍA JURADO (1915-1977). Persona entrañable, terminó de Jefe en la Oficina de Recepción de Materiales hasta que tuvo que prejubilarse. Mucho tiempo estuvo yendo a trabajar en bicicleta desde su Barrio de Cañero. Debió ser un gran fumador por lo ronca de su voz, y terminó con ese tipo de «pipas de engaño» en la boca que tienen todos los que no se amoldan a no tener nada entre los labios. Con todos los premios de permanencia en su haber, fue un trabajador modélico y por sus manos pasaron miles y miles de albaranes, poniendo otros tantos de sellos y firmas. Siempre que salía cualquier conversación de fútbol sacaba a relucir de que había jugado en el equipo de la Electro Mecánicas, uno de los grandes clubs pioneros del balompié cordobés. 

… Y volviendo al principio, al primer Director don Juan Seguela Nougué, hay que decir que entró con muy buen pie, pues en 1931, el premio gordo del primer sorteo de la Lotería Nacional de ese año «El Niño» cayó prácticamente entero en la fábrica, con el número 46.138. Destacaba la prensa que el mayor beneficiado había sido el contramaestre Manuel Domínguez, al que le correspondieron 2.500 pesetas, luego el ingeniero de Fabricación Gastón Clauzet, con 1.500 pesetas, estando el resto repartido entre la mayoría de los trabajadores en premios de 500, 300 y 300 pesetas, un dineral entonces.

Poco antes de la guerra, a principios de 1935, el Director acudió al presidente de la Diputación de Córdoba, Pablo Troyano Moraga, para que intercediese ante el Ministro de Fomento para lograr un pedido importante: la construcción y equipamiento del remolcador del Puerto de Pasajes. Le indicaba en una misiva que la fabrica de Córdoba estaba en condiciones de competir en calidad y precio con cualquier empresa extranjera, y finalmente consiguió el encargo. Nuestra prensa recogió alborozada el telegrama de agradecimiento de la empresa. Para terminar este artículo, incluimos la reseña sobre este logro en el periódico cordobés La Voz, el 19 de junio de 1935, con el agradecimiento a don Pablo Troyano, que además llegó a ser director de dicho diario.

«CONSTRUCTORA NACIONAL DE MAQUINARIA ELÉCTRICA

Un remolcador para el Puerto de Pasaje, gracias las gestiones del Presidente de la Diputación don Pablo Troyano Moraga.

El presidente de la Diputación Provincial don Pablo Troyano Moraga, ha recibido la carta del director de la Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica, que con sumo gusto publicamos:

Córdoba 17 de junio de 1935.

Muy distinguido señor nuestro:

Nuestra gerencia nos informa que el Estado Español nos ha concedido el suministro de la parte eléctrica del remolcador de Pasajes que en un principio había intención de concederlo a una empresa extranjera, pero que gracias a la intervención de usted que dirigió un enérgico telegrama al Ministro de Obras Públicas, y por ello el asunto ha quedado a beneficio de la industria nacional , compartiendo en ésta la Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica de Córdoba. 

Por este motivo damos a usted nuestras más expresivas gracias por su eficaz intervención, le mando el gusto de participarle que con este trabajo y otros que hemos venido consiguiendo en estos últimos tiempos, en vez de reducir nuestra plantilla de personal como venía ocurriendo, vamos elevándola aunque muy paulatinamente, lo cual sabemos ha de ser de gran satisfacción para usted que con tanto entusiasmo viene trabajando en beneficio de Córdoba y en alivio del paro obrero.

Repetimos a usted nuestro agradecimiento y quedamos suyos y afectí.  ss. ss, q. s. m. e.

Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica«

Save my name, email, and website in this browser for the next time I comment.