Muriel Angulo, la rebeldía de crear
Muriel Angulo (Cartagena, 1951) dice que la conciencia visionaria y contestaria de la escritora y pensadora francesaes Simone de Beauvoir, y en especial, la irrupción política y cultural que generó hace medio siglo, aquel histórico mayo del 68, impactaron en su manera de vivir y pensar.
Estudió periodismo, pero desde siempre, ha trabajado el arte, que ha estudiado en su ciudad natal, Cartagena, y luego, en Nueva York y México. “Mi interés por el tema de las relaciones de poder me lleva a investigar las teorías que Marx, Althusser, Freud y Foucault habían desarrollado sobre los aparatos de control y su injerencia en la vida cotidiana”.
Desde que empezó a explorar el universo creativo, ¿qué tendencia se mantiene y qué mutaciones ha tenido su obra?
-Siempre he buscado que mi trabajo sea una respuesta a mis preguntas. Más que construir una obra de arte lo que me ha interesado ha sido buscar la forma que me permita hablar de lo que me interesa, reflexionar sobre la manera en que fui construida, cuestionar mi papel en la sociedad, pronunciar en voz alta el nombre del otro, habitar el territorio, mirar el mundo desde lo local, discutir y analizar las relaciones de poder desde las cuales se construye el pensamiento dominante.
¿Cómo fue la experiencia de crear la obra “Tendrás que matarme para vencerme”?
-Mi trabajo ‘Tendrás que matarme para vencerme’, es una frase pronunciada por un boxeador bolivarense a su rival antes de subir al ring. Nació de la profunda molestia que me causa leer los periódicos de Cartagena: sus imágenes y textos dan cuenta de una segregación racial asumida, silenciada y construida desde las élites cartageneras y puesta a circular en una ciudad que es cruce de culturas, con una población afrodescendiente y aborigen que carece de los mas mínimos derechos, en contraste con una minoría blanca que goza de los mas rancios privilegios.
Para construir mi proyecto realicé durante 5 años un seguimiento a las publicaciones periodísticas de la ciudad, una investigación que luego de ese tiempo se convertiría en una propuesta visual sobre el imaginario racial que se visibiliza diariamente en los periódicos de la Heroica.
Durante mi investigación seleccioné gran cantidad de imágenes y textos de la prensa escrita de Cartagena y revisé su estructura ideológica para visibilizar los discursos de poder que una sociedad blanca, racista y excluyente, apoyada en una falsa superioridad del blanco, utiliza para estigmatizar y discriminar a las poblaciones negras, mulatas y mestizas de la ciudad.
A través del collage y del montaje, me puse en la tarea de desmontar la realidad que se oculta, se distorsiona y se invisibiliza desde el poder. Los blancos y las blancas de Cartagena tenemos una deuda inmensa con esta ciudad, porque a pesar de haber ostentado el poder desde hace siglos, hemos sido incapaces de cambiar las terribles injusticias y desigualdades que existen en esta ciudad.
¿Qué papel cree que deben cumplir los artistas en una sociedad fragmentada e intolerante? -Afortunadamente hace tiempo que el artista dejó de ser solo un productor de estéticas y de formas, para convertirse en una persona de carne y hueso que se inserta dentro del campo del pensamiento social y político e incide en las decisiones de su tiempo. Por eso las prioridades del artista contemporáneo son reflexionar sobre su momento histórico, siempre desde la particularidad de su entorno; reconocer, ocupar y narrar su territorio, de construir su historia, visibilizar al otro, apostar por lo público, lo colectivo y lo local, investigar sobre las nuevas formas de colonización, estar atento al devenir de la sociedad y denunciar las relaciones de poder que se derivan del pensamiento capitalista y neocolonial.
Una sociedad fragmentada e intolerante como la nuestra no es más que el resultado de los mundos y submundos en los que el capitalismo nos ha dividido, un dinámica perversa que nos hace perder el hilo de lo esencial a cambio del reino de lo global-totalizado en donde tarde o temprano unos y otros dejamos de ser humanos con deseos para convertimos en ciegos consumidores. Es por eso que los procesos y las políticas del arte contemporáneo deben apuntar a los terrenos de lo público, lo plural, diverso, distinto y colectivo. Darle la voz al otro es la prioridad.
¿Qué caminos novedosos observa en el arte de Colombia y del mundo, hacia dónde se encamina el arte de hoy?
-No hay duda que el arte contemporáneo es un reflejo de la sociedad en que vivimos. Las ciencias sociales, la política y el activismo que eran funciones que estaban fuera de su radio de acción, hoy hacen parte fundamental del accionar artístico. El foco del arte que antes estaba puesto en el verbo ser, hoy emigró al verbo estar, el aquí y el ahora de las urgencias y las necesidades de nuestro tiempo. Afortunadamente y a pesar de la confusión creada por el coleccionismo capitalista que trabaja de la mano de las industrias culturales y cuyo gran negocio es la producción de un pensamiento formal, neutral, apolítico y sin compromiso, los mejores artistas de Colombia y del mundo están insertos en la discusión contemporánea.
¿Qué artistas han nutrido, permeado o impactado en su vida o en su obra?
-Me interesa el arte que pregunta, que revela, que provoca, que toma partido, que transgrede, que incide en lo político y en lo social, no importa la forma en que se manifieste: el pensamiento sensible es uno solo. He sido influenciada no solo por las artes visuales sino también por el cine, la literatura, la sociología, la filosofía, la poesía y especialmente por la historia, la literatura, la tradición oral y la música del Caribe, el territorio cultural al que pertenezco. Cartagena es un espacio vital que ha marcado cada una de las etapas de mi obra y es allí donde se sitúan todas mis preguntas: desde la manera en que fui construida hasta la incidencia que ejercen las relaciones de poder en el terreno de lo público y lo local.
Crecí en una familia con muchas inquietudes artísticas, sociales y políticas y a pesar de ser una blanca cartagenera, desde pequeña entendí que muchas de las desigualdades e injusticias que me rodeaban eran orquestadas desde la clase social a la cual pertenecía y que la exclusión racial estaba presente en cada uno de los rituales sociales que vivía.
En mi primera obra titulada ‘El hombre de la corbata’, realizada a partir del álbum familiar, indagué sobre mi entorno, mi memoria personal y la manera en que se construye el mundo a través de la mirada masculina del poder. Cada una de mis obras gira alrededor de esa línea de pensamiento, un objetivo que ha ido en constante crecimiento y que me ha enseñado que solo existimos en la medida en que hacemos parte activa de este gran colectivo múltiple, plural y diverso que es la vida.
Epílogo Dice que un día en su vida es normal como el de mucha gente. Reflexiva, analítica, contestaria, su obra se nutre de los cuestionamientos sociales y políticos. “Ser artista no significa ser alguien especial, por el contrario, es asumir nuestra humanidad y nuestros límites en toda su dimensión. También soy mamá, abuela, amiga, así que mi vida es un tiempo compartido entre el arte y lo que amo. Necesito estar informada sobre lo que sucede, estar presente en el aquí y el ahora de la historia cotidiana que me alimenta y seguir el hilo conductor y la línea de pensamiento que demandan mis proyectos”, dice. El arte de Muriel Angulo asume las rebeldías que hace medio siglo iluminaron el camino de las metamorfosis en el mundo.